Trump y la pereza intelectual de la indignación

De 11 de noviembre de 2016enero 28th, 2021Tinta fresca

Conmoción. Furia. Desolación. Tragedia. Horror. Rechinar de dientes. La victoria de Donald Trump en las elecciones de Estados Unidos ha sido recibida por la opinión pública mundial, y por supuesto española, con sustantivos gruesos. La indignación es comprensible. Pero tiene un recorrido muy corto y revela una cierta pereza intelectual, porque no hay que reflexionar mucho para decir que Trump es una fascista repugnante que debería ser colgado de los pulgares en uno de los ventanales de la torre que lleva su nombre en Nueva York. Ya, ¿y después? Cuando se nos agoten los calificativos peyorativos y se nos hinchen las venas del cuello de tanto bramar, ¿qué? Quizás deberíamos guardarnos algo de pólvora argumental para juzgar a Trump no por lo que ha dicho o ha sido sino por lo que haga como presidente de los Estados Unidos, que al fin y al cabo es lo que más nos importa.

Curiosamente, en medio del terremoto de indignación que ha hecho temblar el mundo, el más sereno ha sido Bernie Sanders, del ala izquierda del Partido Demócrata, que fue derrotado por Hillary Clinton en la primarias de su partido. En un escueto comunicado publicado tras la victoria de Trump, Sanders dice lo siguiente:

«Donald Trump ha capitalizado la furia de una clase media en declive y que está harta del establishment económico, político y mediático. La gente está cansada de trabajar muchas horas por salarios cada vez más bajos y de ver como los empleos con sueldos decentes se marchan a China y a otros países con salarios bajos, está cansada de millonarios que no pagan impuestos y de no poder costear una educación universitaria para sus hijos, mientras los muy ricos son cada vez más ricos. En la medida en que el señor Trump promueva políticas que mejoren la calidad de vida de las familias trabajadoras de este país, yo y otro progresistas estamos preparados para trabajar con él. En la medida en que promueva políticas racistas, sexistas, xenofóbicas y contra el medio ambiente, nos opondremos vigorosamente a él».

Mis respetos para Sanders. Aquí no hay indignación fácil. Hay análisis, sosiego, reflexión y pragmatismo. Sanders, que tiene razones de sobra para sentirse horrorizado con la victoria del magnate, no solo no le insulta sino que se ofrece para colaborar con él en las políticas que favorezcan a los trabajadores, sin dejar de advertirle que vigilará todos los excesos que sospecha puede cometer.

Mientras inventamos nuevos epitetos para vilificar  a Trump y a la espera de las políticas que pueda perpetrar (o no, el poder siempre modera), quizás cabría hacerse algunas preguntas sobre lo sucedido:

  • ¿Por qué un movimiento de una sola persona con ideas tan despreciables que son despreciadas por su propio partido es capaz de movilizar a casi 60 millones de estadounidenses?
  • ¿Por qué no se reconoce abiertamente que Trump hizo una campaña electoral brillante y que supo conectar con el lenguaje de la gente de la calle, incluso con expresiones tan soeces como las que le escuchamos?
  • ¿Por qué primero los dirigentes republicanos y después los demócratas ignoraron con arrogancia las señales de que se estaba gestando una rebelión contra la rancia aristocracia política que ellos encarnan?
  • ¿Por qué nadie ha nominado a Hillary al premio del peor candidato a la presidencia en la historia de Estados Unidos?
  • ¿Es posible que un equipo de chalados como el que rodea a Trump neutralice las chifladuras de su jefe? ¿O aparecerá una persona sensata para poner orden?
  • ¿Es posible que la gestión de Trump acabe siendo funesta para el resto del mundo y no tan mala para su propio país?
  • ¿Por qué de un tiempo a esta parte los periodistas de Estados Unidos, y en general los del mundo occidental, se dedican a hablar más que a escuchar a la gente?
  • ¿Como encajamos la idea de que Internet ha cambiado la forma de hacer política y de ver el mundo con el hecho de que hay mucha gente que no tiene Internet?
  • ¿Por qué muchos comentaristas descalifican las encuestas previas a las elecciones y un minuto después pontifican sobre las causas de la victoria de Trump basándose en encuestas sobre el voto de los blancos, de las mujeres o de los que ganan menos de 50.000 dólares al año?
  • ¿Cuál es el sustrato común a los resultados en las elecciones de Estados Unidos y de los referéndums de Colombia y del Reino Unido, además de que ganan los que no tienen que ganar?
  • ¿Qué lecciones podemos aprender en Europa, en España y en Cataluña?
  • ¿Por qué tendemos a sentirnos superiores y a ridiculizar las decisiones de los demás países cuando no nos gustan? ¿Tan bien nos va?

Son preguntas cuyas respuestas, si alguna vez las conocemos, nos ayudarán a comprender mejor el nuevo mundo en el que vivimos.

Deja un comentario

Esta web utiliza cookies propias y de terceros para su correcto funcionamiento y para fines analíticos. Contiene enlaces a sitios web de terceros con políticas de privacidad ajenas que podrás aceptar o no cuando accedas a ellos. Al hacer clic en el botón Aceptar, acepta el uso de estas tecnologías y el procesamiento de tus datos para estos propósitos. Más información
Privacidad