Carta abierta a Pep Guardiola

De 23 de octubre de 2017febrero 19th, 2021Tinta fresca

Estimado Pep:

Te escribo porque he leído tus declaraciones sobre el ingreso en prisión preventiva de los Jordis, y no me han gustado. Pero antes de entrar en materia, te pongo en antecedentes sobre mi persona, que igual no te interesa en absoluto, pero bueno, es para que me sitúes, como hacen los periodistas en la ruedas de prensa cuando identifican el medio para el que trabajan:

  • Soy del Barça desde que me acuerdo y desde hace más de 35 años vivo en Madrid, a 40 metros de la casa donde vivió Santiago Bernabéu, y rodeado de madridistas de toda laya y condición (templados, acérrimos, ecuánimes, antiflorentinistas, mourinhistas, intolerantes, respetuosos, socarrones… gente maja en general). Defiendo que siendo independentista te pusieras la camiseta de la selección. Hasta defiendo a Piqué cuando se le va a olla. Creo por tanto haberme ganado el carné de miembro activo de la resistencia azulgrana en Madrid.
  • Te admiro como entrenador. Mis mejores memorias como aficionado del Barca (Johan Cruyff al margen, que ese come aparte en el imaginario culé) están ligados a tus éxitos en el campo. Es recordar la primera final de la Copa de Europa contra el United y se me pone la gallina de piel, que diría Johan. Hace un tiempo hablé de ti con Simon Kuper, un conocido periodista y especialista en deportes del ‘Financial Times’, y me dijo que en el Barcelona conseguiste la síntesis perfecta ente el juego de pase y de posición que hizo grande a Cruyff y la organización defensiva de los equipos italianos. Estoy bastante de acuerdo con Kuper.
  • No soy independentista ni anti. Creo que el nacionalismo es una opción legítima, aunque he de reconocerte que siempre me ha parecido una forma de pensar de no mucha profundidad intelectual, porque está basada en el orgullo de pertenencia a una comunidad y a una identidad de la que formas parte normalmente por puro azar. El nacionalismo independentista me parece también una ideología un poco arcaica, más propia del siglo XX que del XXI. Yo en esto soy más de Sabina cuando dice que el mundo lo que necesita es que se supriman fronteras, no que se levanten. Hace unos días estuve en lo que queda del Muro de Berlín y entendí muy bien el mensaje de Sabina.

En fin, a lo que iba, que no me han gustado tus declaraciones sobre los Jordis. Al menos dos veces has sugerido que están en prisión por sus ideas, en línea con el argumentario del martirologio secesionista. Pero, hombre, Pep, tú tienes más luces que todo eso. ¿Te has leído el auto de la juez? Imagino que no, porque de ser así no dirías esas cosas. Los Jordis están en prisión no por luchar por la democracia ni por expresar libremente sus opiniones, que bien que lo han hecho hasta ahora sin que nadie les molestara, sino por un presunto delito de sedición por su papel rector determinante en las movilizaciones que hubo en Barcelona los días 20 y 21 de septiembre para impedir la acción de las fuerzas de seguridad y de los funcionarios judiciales en los registros de diversos edificios públicos y privados. Es una decisión judicial, tan discutible como cualquier otra, pero basada en razonamientos jurídicos. Y toda la hojarasca verbal de que son presos políticos y de que son unos santos varones que defienden la libertad y de que jamás han roto un plato, pues qué quieres que te diga. Me suena un poco a eso que dicen los vecinos de alguien que ha cometido alguna una barbaridad: “Qué raro, si era una persona muy educada que saludaba siempre en la escalera”.

Y el que piense que la de la juez es una decisión política, pues tampoco se atiene a la lógica, porque salta a la vista que la prisión de los Jordis solo beneficia a la causa independentista, y no parece muy probable que Moncloa haya presionado en esa dirección. Rajoy y los suyos son torpes, pero no tanto. En esto el más sensato ha sido el abogado de Jordi Sánchez, que lejos de sumarse a la farfolla dialéctica del victimismo, ha interpuesto un recurso en el que contradice el auto de la juez con argumentos jurídicos y le reprocha que su decisión esté basada en “sospechas e intuiciones carentes de cualquier base indiciaria”. Así seguramente acabará sacándolo de la cárcel, que la cosa, creo yo desde la atrevida ignorancia del lego en derecho, no fue para tanto.

Sé también, Pep, que no te ha gustado nada lo del 155. A mí tampoco. Es una medida de emergencia que limita derechos e interfiere gravemente en los mecanismos de representación. Pero a la vista de los últimos acontecimientos, tras una semideclaración de independencia amparada en un referéndum sin garantías y con instituciones en franca rebeldía, no se me ocurre qué otra opción había. Vivimos en un mundo en el que la gente se extraña de que el jefe del Estado defienda al Estado y de que el Gobierno defienda la Constitución. Tendrán que ganarse el sueldo, ¿no?

Ya sé que tú dices que las demandas de la gente están por encima de las leyes. Es difícil no estar de acuerdo con un enunciado tan abstracto, pero cuando pasamos de las musas al teatro la cosa no es tan sencilla.  Cualquier persona con dos dedos de frente sabe que la voluntad de los ciudadanos debe expresarse a través de unos cauces legales razonables y ordenarse adecuadamente (voluntad de quién, para qué, cómo, por qué, por medio de qué), y no estar sometida a la arbitrariedad permanente de quienes creen que el fin (o sea, la república independiente, no hay otro objetivo, seamos claros) justifica los medios (vale todo, da lo mismo que sea irregular, ilegal, paralegal y/o inmoral).

Todo esto te lo digo, Pep, desde la indiferencia hacia lo que pueda acabar pasando con Cataluña desde el punto de vista de su estatus territorial. Ni me repugna la idea de una Cataluña escindida ni creo que me cambie mucho la vida. Si puedo, seguiré yendo de vez en cuando a comer conejo con caracoles y a pasarlo bien en la Costa Brava, en la Barcelona modernista o en los Pirineos; si no puedo, pues anda que no hay sitios para disfrutar, dentro y fuera de España. Y por supuesto seguiré siendo del Barça, juegue donde juegue. Pero si no me preocupa ese desenlace,  sí en cambio me preocupan profundamente tres cosas que ya se están produciendo o pueden llegar a producirse:

  1. La desafección entre españoles y entre catalanes. Cuando te fuiste del Barça dijiste aquello de que si seguías “nos vamos a hacer daño”. Pues esa fase de la relación está superada. Ya nos hemos hecho daño. Mucho y por mucho tiempo. La inquina hacia todo lo catalán, latente en Madrid y en otras partes de España, se ha exacerbado, y supongo que a la inversa pasa lo mismo. El desgarro en la convivencia entre vosotros los catalanes es, si cabe, todavía más inquietante. Estáis (estamos) a un paso de que los brotes de odio, que ya han aparecido, se transformen en una selva de rencores.
  2. La desconfianza de los agentes económicos. El reloj de la economía tiene una maquinaria muy delicada y en cuanto le empieza a entrar un poco de agua –llamémosle incertidumbre–  todo se para. Se para el consumo, se paran las inversiones, se paran las exportaciones, se para el empleo… Esa espiral empobrecedora ya se ha activado en Cataluña y tarde o temprano se trasladará al resto de España.
  3. Que Messi se tenga que ir del Barça. ¿Verdad que me entiendes, Pep?

En fin, acabo, que me estoy alargando de más. Solo quiero pedirte una cosa: que reflexiones. Que defiendas tus ideas con pasión, pero también con responsabilidad. Tú eres probablemente la única referencia de autoridad que tiene el independentismo catalán en el mundo. Úsala con cabeza. Para generar esperanza y no para sembrar desesperación. Para unir y no para dividir. Para construir y no para destruir.

Con afecto,
Fernando

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