
“Yo recibo toneladas de ‘spam’ cada día. Muchos de los mensajes se ofrecen para ayudarme a hacerme rico”. (Bill Gates).
El ‘spam’ o correo basura (ya saben, esos mensajitos insidiosos, con frecuencia portadores de virus, troyanos y demás infecciones informáticas, que inundan sin piedad nuestras direcciones de e-mail) es una práctica bastante fea y además actúa como una ljadora de la productividad laboral, porque distrae y cabrea al honrado trabajador.
Pero el ‘spam’ tiene también una insospechada utilidad: sirve de detector de tendencias en Internet. Permítanme un sencillo ejercicio de autoexamen. El análisis de los últimos meses del ‘spam’ llegado a mis tres cuentas de correo vivas (una muestra estadística perfectamente poco representativa) revela que los mensajes de Viagra, Cialis y derivados (incluyendo los alargamientos mecánicos, lo cual nunca dejará de sorprenderme) siguen siendo el top. Un clásico.
Luego están las rusas. Otro clásico. “Me llamo Natasha, soy 22 años y me gustaría mucho conocerte”, dice el refrescante mensaje que me levanta el ánimo de forma efímera todas las mañanas. También están creciendo mucho en los últimos tiempos los engaños sobre seguridad en la red, en los que te hacen creer que una imagen comprometedora de alguna amiga tuya se ha difundido indebidamente por tu culpa. El caso del vídeo de Olvido Hormigos (pinche aquí) seguramente está relacionado con esa repentina obsesión con la privacidad en Internet. Es lo que tiene ser de Los Yébenes, que todo lo que allí pasa influye en la aldea global.
Pero lo que de verdad me interesa, lo que definitivamente me ha reconciliado con la condición humana, es la proliferación del ‘spam’ educativo. No me digan que no lo han notado. Cada dos por tres llegan mensajes en los que a cambio de unos pocos dólares te ofrecen títulos, diplomas y acreditaciones académicas de ignotas universidades. La oferta es incalificable, pero eso quiere decir que la educación importa, ¿no?
Y si no que se lo pregunten a la gente de la plataforma Coursera, que en apenas unos meses y sin necesidad de hacer ‘spam’ ha montado un audaz tinglado para ofrecer cursos online de alto nivel. Los programas los firman algunas de las universidades más prestigiosas del mundo (Stanford, Princeton, Caltech, Columbia, Johns Hopkins, Pensilvania, Michigan, Toronto, Duke, Pittsburgh… así hasta 33) y su principal novedad es que son gratis. Gra-tis. Com-ple-ta-men-te-gra-tis. Como mucho te tienes que gastar unos eurillos para comprar algún libro de apoyo. Ya era hora de que alguien innovara en educación.
La respuesta a tan revolucionario proyecto ha sido, como era de esperar, abrumadora. En sus 195 cursos se han apuntado ya en todo el mundo un millón y medio de alumnos, que es más o menos el número de universitarios que hay en España.
Post Scriptum. El queo sobre Coursera me lo dio Pilar Trucios en su blog de ‘Expansion’ y ya me he matriculado en un curso de doce semanas de la Universidad de Princeton sobre historia y globalización, a ver qué tal. De momento, ya he aprendido que uno de los primeros agentes de la globalización fue la peste negra, una epidemia que en el siglo XIV se propagaba casi tan rápido como el correo basura.