Metidos ya en calores, y cerrando como estamos la temporada, igual es un buen momento para mirar hacia atrás y aprender de nuestros errores en este mundillo de la comunicación. Con afán más didáctico que regañón, aquí van unos cuantos que he recopilado y que están basados en la observación (propia y ajena) de meteduras de pata (propias y ajenas).
- Leer los textos de las presentaciones en Power Point. Es lo peor de lo peor. Pero es un vicio tan extendido (es como ser del Madrid en Madrid) que la gente tiende a ser comprensiva, y en lugar de levantarse y marcharse como exige el sentido común se queda mirando a la pantalla y piensa: «Otro que se cree que necesito ayuda para leer un texto».
- Llenar de texto apretujao y con colorines una newsletter electrónica. Tengo ahora mismo delante mío un ejemplar que es pa echarse a llorar. Denso como una pastel de Navidad inglés, confuso cual intervención de Cospedal, tipografía de colegio, fotos estatuescas, ilustraciones abandonadas en cualquier esquina de la pantalla… Anticomunicación en estado puro.
- Hablar o escribir demasiado. Es otro de nuestros grandes pecados nacionales. Sea cual sea la circunstancia, hay que enrollarse para parecer que dices algo interesante. Dura penitencia: la táctica del 10% consecutivo. Si crees que un texto te queda demasiado largo (e incluso aunque no lo creas), córtalo un 10%, y después otro 10%, y luego otro tanto, y así hasta que dejes solo lo esencial.
- Pensar que pronunciar un discurso es lo mismo que escribir un artículo en un periódico. Esta es una confusión muy extendida entre nuestros próceres empresariales. Mismo mensaje, mismo estilo, misma retórica, mismo rictus severo. No hace mucho asistí a la intervención de un consejero delegado de una importante compañía española en un foro empresarial. El qué de lo que dijo estaba bien, pero el cómo… Ni un guiño a la audiencia, ni un toque personal, ni una anécdota, ni una historia, ni una palabra fuera de traste. Empatía cero, eficacia cero.
- Empezar un blog y no cuidarlo. El blog corporativo es escaso cuál crédito bancario, pero si te decides a montar uno hay que mimarlo como a un bonsái. Me sé yo de una gran compañía con decenas de miles de trabajadores y océanos de conocimiento que lanzó un blog y 16 meses después su balance es: tres posts del consejero delegado y sesenta y tantos de otros empleados. Para ese viaje no hacían falta alforjas.
- Creer que evitar las preguntas incómodas es la mejor manera de comunicar. Le pasó al Rey, con la infausta entrevista de Jesús Hermida (nunca una iniciativa ha hecho tanto por la causa republicana) y le está pasando a los dirigentes del PP (a beneficio de UPyD). Este error es el más difícil de extirpar porque forma parte del canon de las buenas prácticas del responsable de comunicación del siglo XX.
- Titular una pieza de Internet empezando con un número. Ya saben, eso de ‘5 maneras de conquistar al hombre de tu vida’. Supuestamente, los números funcionan en los titulares porque todo el mundo sabe contar (quién y más y quien menos aprendió en Barrio Sésamo) y porque prometen concisión y resultados. Sin embargo, no parece demostrado que eso atraiga tráfico ni que sirva a los propósitos de esa alquimia indescifrable que llaman SEO. El caso es que titular así se ha convertido en una tendencia facilona y torpe… de la que es difícil escapar.
«Experiencia es esa cosa maravillosa que te permite reconocer un error cuando lo vuelves a cometer» (Franklin P. Jones)