Warren, siempre Warren

De 2 de abril de 2011enero 28th, 2021Tinta fresca
Warren_Buffet

«Si no lo entiendes sin que te lo explique, por mucho que que te lo explique no lo vas a entender» (el señor Kawana a su hijo Tengo en ‘1Q84’, la novela de Haruki Murakami).

Warren Buffet es un tipo singular. Y no sólo porque siendo de pueblo se haya convertido en el inversor más famoso del mundo, y quizás de toda la historia. En lo que aquí nos toca, Buffet es singular porque es una referencia insólita del buen escribir. Sus cartas a los accionistas son legendarias por su claridad, intención y precisión, y todos los que se dedican a la comunicación empresarial deberían leer alguna vez el prólogo que firma en la guía de estilo de la Comisión de Valores de Estados Unidos (la SEC, por sus siglas en inglés).

Ahora, Buffet lo ha vuelto a hacer.  En un comunicado de prensa del 30 de marzo, este septuagenario de Omaha explicó con todo detalle lo sucedido con Dave Sokol, uno de sus lugartenientes en Berkshire Hathaway, que había presentado su dimisión tras conocerse que había ganado tres millones de dólares en una operación bursátil en una empresa adquirida por la compañía de Buffet. El asunto es bastante escabroso, porque el tal Sokol compró masivas cantidades de acciones de Lubrizol, una empresa química que acabó siendo comprada por Berkshire Hatahway después de que él mismo recomendara la compra a Buffet, y luego las revendió con una ganancia del 30% en solo tres meses.

Dice Buffet en su comunicado que no cree que Sokol hiciera nada ilegal porque la decisión de comprar o no Lubrizol era de él mismo y de su socio Charlie Munger. Pero es evidente que sin la oportuna sugerencia de Sokol la compra no se hubiera producido jamás porque Lubrizol, una compañía más bien oscura, no es del tipo de negocios que andan todos los días sobre la mesa de los tiburones de fusiones y adquisiciones. Así lo da a entender también Buffet, que en su personal estilo incluye en su comunicado de prensa una frase que lleva implícitas serias dudas sobre el comportamiento de Sokol. Después de contar que el directivo había expresado en dos ocasiones anteriores su deseo de dimitir por razones personales, y que él le había persuadido para que no lo hiciera, concluye su comunicado así: «Esta vez sin embargo no intenté hablar con él de su decisión y acepté la dimisión».

Pero lo asombroso de la nota de Buffet no es su interpretación de lo que sucedió, que puede ser más o menos discutible (sobre todo su tono básicamente exculpatorio), sino el ejercicio de transparencia que supone. En apariencia, Buffet cuenta todo lo que sabe sobre el asunto sin mediar más presión que la que se deriva de su propia convicción de que los ciudadanos, y los accionistas de su compañía en particular, deben saber lo qué ocurrió. Para ello da fechas y datos, descubre los movimientos de Sokol, revela con detalle cómo se gestó la operación y, en definitiva, aporta información que muchos otros hubieran considerado altamente confidencial.

Al final, es verdad, Buffet lo estropea un poco. Dice que lo que viene en el comunicado es todo lo que sabe, y que por tanto cuando se le pregunte por el asunto no contestará y se remitirá a su contenido. Se trata de un colofón innecesario, pero como decía Joe E. Brown en ‘Con faldas y a lo loco’ «nadie es perfecto».

Post Scriptum. Muchos dirigentes empresariales piensan, como el personaje de la novela de Murakami, que hay cosas que es mejor no explicar.  Es posible que sea así. Pero cuando se explican, y se explican bien, hay que ver lo que lo agradece la gente.

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