«Confía en la verdad. No hay nada que temer de la verdad» (Ray Dalio)
Fíjense bien en este tipo cuya fotografía encabeza esta entrada. Se llama Raymond Dalio, vive en Connecticut (EEUU), es hijo de un músico de jazz italiano, le gusta cazar búfalos de dos toneladas y dirige Bridgewater Associates, el hedge fund (fondo de alto riesgo) más grande del mundo. Probablemente, eso no le diga gran cosa. Dalio es bastante rico (el bastante son unos cuatro mil doscientos millones de euros), su nombre aparece con frecuencia en las revistas especializadas de fondos de inversión y también está en la lista negra de la prensa de izquierdas que se la tiene jurada a los especuladores del ancho mundo. Pero más allá de sus indudables méritos profesionales (dicen que es un águila en los mercados de renta fija y de divisas), lo que me interesa de Dalio es su peculiar filosofía de empresa.
Dalio, del que recientemente la revista New Yorker escribió un excelente reportaje, es un tipo raro que defiende la cultura de la transparencia radical en la empresa. O sea, que todo se lo dicen a la cara. Nada de paños calientes. Cero empatía. En Bridgewater se fomenta la crítica interna y se invita a todo el mundo a cuestionar las decisiones de los demás con independencia de su rango y jerarquía.
Dejando al margen la opinión de algún antiguo empleado, que dice que eso solo vale para las críticas de los jefes a los subordinados, y nunca al revés, lo cierto es que Dalio ha creado un estilo de gestión personalísimo. Su empresa apuesta por el debilitamiento de los egos (un concepto bastante maoísta, por cierto), el control de las reacciones emocionales (culpables de muchos de las malas decisiones profesionales, según él) y el reconocimiento público de los errores(«dolor+reflexión=progreso» es uno de sus aforismos preferidos).
Todo esto está ampliamente documentado en un librito titulado Principles que Bridgewater reparte entre todos los nuevos empleados y que explica en 110 páginas la agresiva forma de trabajar de Dalio. En uno de sus pasajes, el fundador de Bridgewater defiende la tesis de que es bueno para el equilibrio natural que una manada de hienas ataque a una cría de ñu y traslada la imagen al mundo de los negocios. Crudo, ¿no?
Veamos un ejemplo. Cuando en 2008 la directora general de operaciones, Hope Woodhouse, fue despedida, tuvo que enfrentarse a duras críticas en el comité de gestión del fondo de inversión y acabó bañada en lágrimas. La reunión, como muchas de las que se celebran en Bridgewater, fue grabada y una copia de la grabación fue distribuida internamente como paradigma de transparencia.
¿Cómo encaja esta singular filosofía en un mundo tan incierto como el actual, en el que se desmoronan los principios económicos y se ponen en cuestión las fórmulas tradicionales de la gestión empresarial? ¿Se imaginan que las ideas de Dalio se transplantaran a una gran empresa española?
Ahí dejo esas preguntas para que algún valiente se atreva a contestarlas.
Post Scriptum. Ray Dalio tiene, desde luego, una manera revolucionaria de hacer las cosas en su empresa, y habrá quien diga que eso forma parte importante del éxito de la misma. Pero en lo que no se diferencia en nada de los demás gestores de fondos de alto riesgo (al contrario, es más bien ordinario) es en su retribución. Dalio se mete en el bolsillo cada año centenares de millones de dólares. Distinto método, iguales resultados.